Pues sí, amigos...el color ha vuelto a mi estudio, y no lo digo por las cortinas, más propias de un club de carretera que de un estudio para pintar.
Lo digo porque, después de kilómetros de pinceladas y aguadas negras, en tinta negra, dadas durante meses y meses, he llegado a la conclusión de que me he cansado de verlo todo negro, pictóricamente hablando, y he vuelto a sentir aquella sensación que tuvimos los niños del baby boom, cuando, seguramente en vísperas de algún Mundial de fútbol, nuestros padres trajeron a casa una tele ¡en color!...donde pudimos dar fe de que el presidente del gobierno, Enrique y Ana, los Payasos de la tele, y un largo etcétera de personajes de la época, no es que tuvieran la cara gris y fueran vestidos de gris todo el tiempo, ni que actuaran o hablaran siempre ante escenarios de color gris...sino simplemente que nuestras teles eran una mierda.
Recuerdo que en el tránsito entre el negro y el gris , mucho más sonado que este paso de mindundis entre lo analógico y digital, surgió algún que otro timo de la estampita, que sin duda muchos lectores de este mi humide blog recordarán, si son tan viejos como yo o más.
Allá por finales de los 70 surgió un artefacto, por llamarlo de alguna manera, que prometía hacer posible ver la tele en blanco y negro EN COLOR. No entiendo como este flagrante timo, en aquel tiempo en que, obviamente, no existía la TELETIENDA, pudo tener lugar de una manera tan masiva, sin que las masas estafadas quemaran las tiendas que les vendieron tal artilugio.
Claro que en aquella época no había servicio de atención al consumidor.
El inventazo en cuestión no era más que un plástico con tres colores difuminados en tres franjas: azul por arriba, naranja por el medio, y marrón rojizo por abajo.
Si ibas a ver una imagen estática de una playa durante horas, era posible que aquel trozo de plástico (que se vendía, eso sí, en diferentes formatos a elegir) pudiera crear un efecto lejanamente parecido a una tele en color, pero como apareciese una persona, imagen en movimiento, o prácticamente lo que fuere, en pantalla, el efecto era ridículo y humillante para el padre de familia timado, blanco de las risas de sus hijos.
Tanto es así que mis padres, aún hoy día, niegan haberlo comprado, y aseguran que todo esto me lo he inventado yo, pero gracias al poder de la red estoy seguro que encontraré testimonios similares que certifiquen que realmente eso ocurrió en miles, o quizá millones de hogares españoles.
Estoy seguro que algún día el juez Garzón lo investigará y se hará justicia por fín, en esta masiva estafa silenciada por vergüenza por nuestros padres.
En fín, esta vuelta al color y a las pinturas me ha hecho reflexionar mucho sobre la percepción que del color y del uso del mismo tienen nos espectadores del arte.
Tengo más de un amigo que, viendo mis nuevos trabajos, da por hecho que mis tiempos, inmediatamente pasados, de pintar y dibujar sin descanso utilizando sólo el negro, eran fruto de una especie de época negra de mi vida, un bache emocional en el que, según ellos, estaba sumido, y del que, siempre según ellos, acabo de salir, reflejándose todo ello en la vuelta al color.
Yo, al igual que mis padres con lo del plástico mágico, lo negaba todo, pero mis amigos no me creían, e insistían en dar crédito a su propia teoría sobre lo que creen que ha sido mi vida.
Me resulta curioso como, posiblemente por la simpleza supuestamente didáctica con la que nos han acercado al arte, especialmente en las escuelas, la gente asocia demasidado rápidamente colores con significados emocionales, y se apresura a atribuirles esos significados, como si hubiera que atribuir un significado explícito al uso de una determinada paleta.
La época azul de Picasso tuvo que ser, según estos vagos criterios, un bache atormentado del pintor, que cuando empezó la ápoca rosa es que ya todo le iba de puta madre...¿y si, simplemente, es que en la tienda donde Picasso compraba la pintura, le hacían descuento en el azul, y/o años después en el rosa?...porque, y esto lo saben los que pintan, muchas veces la cantidad de pintura que compras está en función de sus precios, que no son ni mucho menos iguales en todos los colores...y a veces el bolsillo no está para alegrías, una oferta es una oferta.
Nuestros prejuicios sobre el color son infinitos. Atribuimos a los clásicos la ausencia de color que AHORA tienen sus esculturas y arquitectura, haciendo oídos sordos al hecho, ya de sobras conocido, de que la Roma clásica tenía más colores que Port Aventura, no era el paraíso del gris que ahora es.
Nos negamos a ver que pintores atormentados como Van Gogh, Bacon o Freud han hecho de la explosión de colores su santo y seña, y que en definitiva, los colores, y entre ellos también el negro, siempre han estado ahí, hen precedido a la alegría y a la tristeza, a la melancolía a la pasión, y a la misma existencia de la egocéntrica raza humana, empeñada en valorar todo a la medida de nuestros insignificantes sentimientos.
6 comentarios:
Doy fe de que esos televisores con tres franjas de color existieron.
Yo tenía alrededor de 8 o 9 años y vivía en un bloque de más de 40 viviendas. Entre los niños del edificio se corrió la voz de que el portero tenía un televisor en color. Algunos hicimos lo que pudimos para conseguir entrar en sus casa y verlo ¡Horror! Era tal como lo describes. La pantalla estaba dividida en tres franjas horizontales de color que se superponían con toda naturalidad a la programación en blanco y negro. Lo que no recuerdo es lo de plástico (no tenía tanta confianza con el portero y seguramente no la vi muy de cerca). Llevé un chasco tremendo.
Es cierto que tenemos muchos prejuicios respecto al color, y más aún a la manera de combinarlos, sobre todo en la ropa (eso es otro tema)
Saludos.
Por cierto, me imaginaba esos cuadros más pequeños. Me ha sorprendido su tamaño.
No, son bastantes grandes...
se me ha olvidado poner los títulos y tamaños.
Son todos de 1 metro por un metro, excepto el de los barcos (60x60), y el del frasco de licor de ciruelas (60x60 también)...
Y sí, el invento era un plástico fino transparente de colores, que se ponía en la pantalla y por la electricidad estática se quedaba pegado por sí solo.
Una cosa cutrísima.
Yo sólo los vi en anuncios, nunca encontré una tele con el plastiquito de marras. Pero doy fe de que anunciar se anunciaban.
Magnífica reflexión. Unos amigos míos cuentan lo que les pasó con su hija: la profesora los convocó preocupadísima porque la niña pintaba sólo con negro. Así pues, con algo de miedo, los padres le preguntaron por qué usaba sólo el negro. Y la niña, con total naturalidad les contestó: "Porque se me acabaron los demás rotuladores".
No hay cosa que más me moleste que los intérpretes del arte, los que atribuyen cosas al tun-tun a trazos, colores, estilos... y no saben ni hacer la "o" con un canuto.
Hola.
Yo tengo la edad suficiente para haber visto el plastiquito, llegaron a todos sitios hasta un remoto pueblecito de la Andalucía profunda. Así que también doy fe de su existencia. Pidamos para que San Garzón redima tal injusticia.
¿Ya te acabaste los francos de tinta? ¿leíste el cartel de “no ingerir”? no, no es por nada.
Me alegro de que encontraras el plástico de colores, y lo pusieras delante de tus telas, quedan como más vistosas, no es broma, cada uno elige en cada momento por donde tirar, a veces no muy conscientemente, pero de eso se trata, un poco como en todo dejarse llevar. Tus motivos son sencillos tratados con unas armonías casi académicas, se hacen próximos, cotidianos, hermosos en si mismos.
Un saludo
La verdad es que tenemos una relación con los colores, con nuestro entorno cromático, mucho más encorsetada y autolimitada de lo que probablemente fue hace muchos años.
Apostaría lo que fuera a que esas mismas personas que pones como ejemplo, Anxo, que se preocupan cuando su hijo sólo dibuja en blanco y negro, como si ese hecho fuese una aberración en sí mismo, tienen en sus casas las paredes pintadas de blanco y nunca se les ha pasado por la cabeza pintarlas de otro color.
Trabajo en un centro de enseñanza, en el que últimamente se han estado pintando las aulas, y es curioso como el pintarlas de colores es algo que no se plantea a priori ni como una posibilidad.
Cuando sugieres tú esa idea (abocada inmediatamente a la catalogación de "friki"), enseguida surge quien considere el color que propones "demasiado oscuro", "demasiado chillón", "demasiado algo", pero nadie pone la más mínima objeción en pasar su vida encerrado en paredes blancas.
Es un ejemplo más de la consideración del blanco, aplicado a las paredes, como un color "serio", y de los colores como algo que parece que entraña algún peligro, o algo endemoniado en su sola presencia.
Es curioso, si tanta gente considera ya de entrada como un hecho esa ascociación color-alegría---blanco y negro-tristeza..¿porqué en casi nadie pinta sus casas de colores?.
Yo creo que en gran parte nuestra interpretación de las formas de representación clásicas nos influye de tal manera que atribuimos el ORDEN a la ausencia de colores, y lo entendemos así porque atribuimos al arte griego, romano, que son de alguna manera nuestros padres, esa ausencia de color, que como antes decía no era tal.
He expuesto alguna vez con pintores latinoamericanos, que probablemte no tengan tan presente esos prejuicios nuestros, y observado que muchos de ellos tienen una relación con los colores mucho más libre que la mayoría de pintores de aquí, para los cuales la paleta es un abismo al que temen asomarse, en vez de un manjar del que vale la pena empacharse.
También ayer reflexionaba sobre esto de los colores en una boda de unos amigos a la que fui invitado...
¿porqué las mujeres tienen absoluta libertad para vestir del color que les da la gana y los hombres deben ir de negro? ¿porqué el hombre debe, si sigue la tradición, casarse de negro y la mujer de blanco?..¿porqué el único reducto de libertad cromática que queda -si se siguen los cánones protocolarios, claro- a los hombres es una prenda inutil y absurda como una corbata?.
Ayer fue la ceremonia de los Oscars, y hace un mes la de los Goya. Las mujeres tienen la suerte de poder sentarse ante la tele, y ver los modelitos de las actrices, comentar sus colores, sus hechuras, hacer de esta observación y su posterior comentario en grupo una diversión (porque realmente lo es).
Los hombres, idiotas nosotros, hemos eliminado ese frívolo placer de nuestras vidas, quizá porque consideremos que no es muy de machos comentar los colores de la ropa de la gente...pero cuando Iker Casillas se cambia el color de su camiseta y se pone la de Arconada, es el tema de nuestra conversación el día siguiente en todos los bares, entre los supermachos de palillo en boca...
Es muy cierto. Carmen y yo comentamos muchas veces cómo viste Úbeda (Rafael Úbeda). A mí me encanta, va elegante pero colorido, da gusto ver un hombre mayor así.
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