Se terminó el Salón del Cómic 2012. Han sido unos cuantos años, ya ni se cuantos, en los que he estado allí, primero muchas veces como público y luego algunas como autor, tras los mostradores de los stands de fanzines y publicaciones independientes.
Siempre he creído y sigo creyendo que esta zona es, o debería ser, el alma de un salón de cómic, y más en un país como el nuestro, que carece de una industria editorial sólida equiparable a la francesa o americana, y en la que seguir tu propio rumbo sin ataduras ni cortapisas debería ser lo normal, ya que las alternativas profesionales a esa independencia no son muchas dentro de nuestro espacio patrio, en el que la mayoría de la gente, potenciales lectores, no ve cómics más allá de Mortadelo y Filemón.
Para mí el cómic siempre ha sido, y es, la mayor fuerza contracultural de nuestra sociedad, junto con la música, uno de los baluartes de la cultura todavía no domesticados por el poder, y en el que la creatividad, la frescura y la libertad creativa absoluta son y deben ser la norma, ajeno a subvenciones, injerencias políticas y del coñazo de la cultura oficial y su uniformización ñoña y desactivadora.
Por ello siempre estuve más a gusto que en ningún sitio en esta zona de fanzines, un espacio que parece puesto en perpetua cuarentena por la propia organización de Ficomic, apartado del resto del mundo, no sólo de las grandes editoriales, sino también de los muñequitos de plástico, los videojuegos, los puestos de gominolas y chorradas varias, que parece que son más cómics que un cómic.
En la zona de fanzines he conocido a gente de todo tipo a lo largo de estos años: dibujantes sin pretensiones, autores ocasionales, pandillas de amigos con ganas de pasarlo bien, gente que hacia cosas no demasiado buenas o no demasiado interesantes, pero también joyas que han pasado desapercibidas para el gran público, diamantes en bruto que en muchos casos se convirtieron en autores reputados y respetados, y gente que hace (y que ya hacía entonces) grandes cosas, cosas realmente buenas.
Lo que he visto SIEMPRE, y eso es lo que me ha contagiado, es la energía, la fuerza vital en estado puro que mueve todo esto y que es la ilusión, la pasión, pasión en forma de trabajo incansable y no pagado, de resacas insoportables es un ambiente tan hostil como el de la Fira y sus interminables horas, en forma de canciones de los 80 cantadas a alaridos con megáfonos, y de mil historias que no cabría relatar aquí.
A veces me da la sensación de que muchas de las cosas buenas que hay en ese espacio de fanzines desaparecen en la zona profesional, en la que probablemente haya otras cosas buenas que no hay aquí. Pero lo que está claro es que no se percibe esa pasión, esa energía, de la misma manera. Es otra cosa.
Me da miedo la palabra PROFESIONAL cuando se refiere a un autor, a un dibujante de cómics, porque aunque es el status anhelado en el fondo por cualquier dibujante, el poder vivir de lo que hace, puede ser una trampa y convertirse también en una verja que impida salir al autor libre de verdad, el que usa el cómic para expresarse, como quiera, contra lo que quiera, con las herramientas, colores y expresiones que le de la gana, sin cortarse ante nada ni ante nadie, usando el cien por cien de la creatividad y la fuerza que uno tiene dentro, sin guardarse nada por miedo a no estar dentro de los raíles que a uno le han puesto, o lo que es peor, uno se ha puesto a sí mismo.
Por eso creo que la zona de publicaciones independientes debería ocupar medio Salón del Cómic, y también que los fanzines deberían ser más bestias, más macarras, más punks, más salvajes, más irreverentes, tener más formas, más colores, más formatos. Y que no debería haber premios al mejor fanzine, porque por ahí se empieza domesticando a las fieras.
Y creo también que Ficomic no debería cobrar por ceder un miserable stand de fanzines, o cuanto menos, que debería cobrar unos precios realistas y adecuados a la situación actual. Me parece miserable que un evento subvencionado le cobre al público (DOS EUROS A LOS NIÑOS!) por entrar en un evento que básicamente es un mercado donde la gente va a COMPRAR.
Me parece también muy penoso que los bolsillos de esta entidad busquen nuevos horizontes en los videojuegos, dandoles diez veces más espacio y protagonismo que a los propios fanzines.
Me parece, en fín, que como el arte imita a la vida, en el Salón del Cómic pasa un poco como fuera de él, que la mayoría de la gente sale más pobre, pero uno o dos salen inmensamente más ricos.
Yo por todo esto no pienso volver, porque creo que este tipo de cosas se deben hacer de otra manera, y además AHORA es el mejor momento para hacerlas de otra manera, más modesta, menos grandilocuente y más humana, pero quizá no sea Ficomic para entonces el que lleve la batuta, sino los propios autores quienes tengan (tangamos) que hacerlo sin un intermediario insaciable y usurero.
A pesar de todo lo dicho me quedo con todo lo bueno, y lo bueno está en esa foto (bueno, todo no, falta alguien que el domingo no pudo venir). Gente a la que DE VERDAD le gustan los cómics y que disfruta con ellos y con lo que les rodea.
Si de algo me alegro, este mi último año allí, de haber cogido un stand en el Salón, es (una vez más) de haber conocido a gente como la que me ha tocado en suerte a mi alrededor: los del fanzine DOS DE: Clara, Sara, Juan, Lex, y sus socias de LA RANA BCN, Ana y Renata, que me han hecho, no digo ya llevaderas, sino incluso SUPERAGRADABLES tantas horas allí metido.
También tuve a mi otra vera a los del Rantifuso, un año más, ya viejos conocidos, y aun chaval de SEIS AÑOS (lo pongo en letra para que se vea que no es una errata) que se llamaba Denis y que hacía unas historias que me han dejado boquiabierto.
Me quedo también con otra cosa buena, y es con el saber que el Premio al Mejor Autor Español del año se lo han dado a Jose Domingo por su album Aventuras de Un Oficinista Japonés, un cómic en el que aunque parezca inaudito en un libro premiado, nadie tiene una enfermedad terminal, ni es autobiográfico, ni tiene nada que ver con la guerra civil ...y además es formalmente innovador, brillante, y uno de esos (hoy) raros ejemplos de lo que antes decía: que el cómic es el reducto más pequeño, pero también más infinito, de creatividad que existe. Que así sea más veces.
Hemos jodido la economía, pero no jodamos los cómics.
7 comentarios:
Me ha encantado tu último tebeo, tremendo, acojonante, un pulso tremendo narrando la historia jamás contada jamás contada... y me ha emocionado también este post.
¡que no decaiga y ojalá nos veamos en más eventos!
Samu (de Rantifuso)
Hombre!!...muchas gracias!...me alegro de que te gustara...al final no ha ido mal del todo la cosa, pero veo el salón cada vez más decaido y los fanzines cada vez más arrinconaos. Va a llegar un momento que la narcosala sea más grande que los expositores en sí.
hola mariano, espero que la vuelta a tu tierra fuera leve, muchas gracias por los agradecimientos y te doy la razon en todo, vivan los comics!!!
espero que nos volvamos a ver en otros salones!
sara ( del dosde)
Hola, Sara...bueno, la vuelta fue de todo menos leve, fue una pesadilla...pero al final aquí estoy, vivo y coleando, aunque con sueño atrasao todavia.
Mariano, el padre del chaval de 6 años te da toda la razón (y Denis también) porque no te falta.... la zona de fanzines eran tres paredes detrás de dos columnas... solo faltaba poner una reja y tirar una cerilla... una pena... a nosotros hubo gente que sabiendo donde estábamos no nos encontraron... una pena... Y coincido igualmente en que si por algo valió la pena fue por la compañía y el ambiente.
Denis me da la razón?? eso ya es un asunto serio...voy a pensar que la tengo y todo...jajaja. Pues sí, la verdad es que la zona de fanzines se va haciendo cada vez más invisible y más inencontrable. Pero bueno, si alguien la busca y no la encuentra siempre puede entretenerse con robots, videojuegos, o tomarse una cerveza de 4 euros en el bar.
Un comentario excelente en el blog de Santiago García
http://santiagogarciablog.blogspot.com.es/2012/05/otro-salon.html
sobre este dinosaurio a extinguir en el que se ha convertido Ficomic, esa entidad supersubvencionada que engorda a expensas de una industria raquítica, y que desvirtúa cada año más lo que son los tebeos.
Si algo detesto en este mundo es esta economía basada en la INTERMEDIACIÓN, en la que los que más hacen caja son los que no hacen otra cosa que ponerse en medio poniendo el cazo a dos manos. Creo que la mejor ( y única) manera de acabar con esto es que los autores y editores tomemos las riendas de lo que nos pertenece, celebremos el salón en la calle con el pertinente permiso, que en Barcelona hace muy bueno, y que los de Ficomic se dediquen a los videojuegos, la venta de chocolate (entiéndase esto como desee el lector) la bolsa,la construcción, o lo que fuere que no sea el cómic, que no es lo suyo pero sí lo NUESTRO.
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